El resultado es un hogar que equilibra tradición y modernidad, ofreciendo espacios cálidos y acogedores tanto para sus habitantes como para su relación con el vecindario. La luz, las vistas y la serenidad del cerro Manquehue se convierten en protagonistas de la vida cotidiana, transformando la casa en un lugar donde la arquitectura no solo reconoce el lugar donde se emplaza, sino que lo enmarca y lo convierte en parte
esencial de su identidad.